jueves, 8 de noviembre de 2012

El señor de las tinieblas...el Miedo

 Tal vez no nos acordaríamos del nacimiento de Bram Stoker hace 155 años si hoy, Google, no nos lo hubiera recordado a través de un doodle muy especial, que tiene como protagonista a su personaje más conocido: El Conde Drácula.

 Bram Stoker nació en 1847, en un ámbito familiar modesto y burgués, y, durante sus primeros años de vida estuvo enfermo y en la cama, asistido por su madre, que le contaba largas historias de miedo y misterio que le marcaron profundamente, como queda claro por las historias que le hicieron conocido mundialmente.

Aunque este irlandés escribió otros libros y creó muchas otras historias, siempre será conocido por este personaje, Drácula, que posee todas las cualidades para hacer aflorar nuestros miedos más profundos y secretos, los que nunca reconoceremos porque la exposición de los mismos nos daría aún más terror, el ser que nos produce esa palpitación y sudor frío que nos paraliza cuando pensamos que algo tan oscuro, tan abyecto, nos acecha. Los miedos, el terror, la paralización de cuerpo, mente, espíritu...Esa encarnación de lo que es básicamente el Mal en estado puro, el advenimiento de la oscuridad, aquello que desconocemos, que nos aterra, nos hunde y nos hace escondernos por instinto de supervivencia.

Pero, ¿de donde nacen nuestros miedos? ¿Creemos verdaderamente que va a venir por la ventana un vampiro llamado Drácula, o Nosferatu, o X y nos va a clavar sus dientes puntiagudos? ¿De verdad nuestros miedos son racionales? ¿Quién instala los miedos en nuestra mente?

En realidad, esta historia de terror nos habla de una lucha que no acaba nunca, la lucha entre el Bien y el Mal, dos conceptos abstractos que necesitan plasmarse en algo tangible para entender su verdadera esencia. Conceptos clásicos de lo que es el Bien y el Mal han existido y existirán siempre, personajes que los encarnan son habituales en todos los tiempos, incluso mucho más en los tiempos actuales. Lo que cambia es la forma en la que se manifiestan estos conceptos, según las modas, los gustos...según se considere más efectiva la manera de hacer creible que la lucha entre el Bien y el Mal se lleva a cabo, y mientras ello nos mueva desde dentro a nuestra propia lucha interior, posicionándonos en uno u otro bando.


La misma sociedad juega con nuestro miedo y nos inculca desde muy pequeños algunos conceptos que no perdemos nunca y que nos esclavizan. Porque esa es la función del miedo: la pérdida de la libertad que poseemos como individuos. Una libertad para pensar, una libertad para sentir, una libertad para amar...

Tengo que reconocer que tengo miedo a hablar del Miedo. Me pregunto a veces qué siento ante ciertas situaciones, y porqué actúo de algunas maneras que no termino de entender. Me planteo también las razones por las cuales las personas perdemos nuestra humanidad mientras luchamos en un eterno tablero de ajedrez unos contra otros. Si debo ceder en mi lucha ante el derecho a la libertad de los demás, si esta libertad es más importante que mi derecho a conservar mi dignidad, mi orgullo, mi esencia como persona...

A veces siento que somos como Nosferatu, vampiros que absorbemos la esencia de las personas, la parte más sensible, más humana, la que es más frágil porque proviene directamente de los sentimientos que guardamos como tesoros. Si es necesario entrar en esta lucha, si tengo tanto miedo y terror a hacerlo, si tengo, o he tenido a mis mayores enemigos tan cerca de mí que han absorbido todo lo bueno que atesoraba...Si algún día me planteo que su libertad es más importante que el derecho a mi dignidad, entonces sentiré verdadero pánico.

Incluso Homer Simpson tendría esa lucha interior, no sabría con quién quedarse.






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