jueves, 11 de julio de 2013

Prisionero 46664




Fragmento de la película "Invictus", basada en la vida de Nelson Mandela como Presidente de su país, Sudáfrica.


Probablemente todo el mundo, y digo todo, sabe quien es Nelson Mandela, conocido más que nada debido a su largo cautiverio en una cárcel de Sudáfrica acusado de delitos de traición y rebelión contra el Estado. En un país como Sudáfrica donde hubo algo llamado "apartheid", que consistía en negar los derechos fundamentales básicos a un determinado grupo de personas, la lucha por cambiar este hecho se consideró como rebelión y traición. Esas paradojas de la vida, que no sé si tendré tiempo en esta vida para entender (y no quiero esperar a la siguiente).

Pero, ¿sabemos algo más de su vida? ¿de su infancia? ¿de sus motivaciones más íntimas? Casi todos nos hemos quedado en la superficie porque ahondar en la vida de una persona es un acto para el que se requiere perder la visión de uno mismo y adentrarse en terreno hostil, en lo que no conocemos, lo que nos es ajeno, porque hundirnos en la visión de alguien desconocido,  es olvidarnos de nosotros mismos para pensar que hay algo más que este espacio y este tiempo que se nos ha dado, y, para siempre, enterrar nuestro egoísmo.

Porque, ¿qué motiva a una persona a olvidarse de sí mismo y luchar por los derechos de otras personas? ¿Qué movió a Mandela a ser cabeza visible de una lucha por la que pasó 27 años en una cárcel? Sin duda, la ausencia total de egoismo, la generosidad más extrema.

Nelson Mandela nació en un pequeño poblado de 300 habitantes, y, desde pequeño pastoreaba ovejas y becerros, jugaba con otros chicos y escuchaba, fascinado, las historias que le contaba su padre sobre  guerreros que luchaban contra la opresión del hombre blanco. Cuando murió su padre, él tenía 9 años y fue entonces cuando aprendió lo que significaba la pobreza, algo que le enseñó quienes eran sus verdaderos amigos porque como él mismo dijo: "Mucha gente aparenta ser amigo cuando las cosas van bien, pero son muy pocos y valiosos los que se te acercan cuando no tienes nada". Algo que yo he aprendido hace poco.

A partir de ahí, inicia su activismo político en pro de los derechos de los negros en su país, una lucha que culmina, después de muchas vicisitudes, en lo que todos ya conocemos, su condena y cautiverio a lo largo de 27 años. 
Un día tras otro tras las rejas de una habitación, obligado a realizar trabajos forzados bajo condiciones que dañaron su salud, con la tristeza y la pena de saber que su madre y uno de sus hijos murieron y no se le permitió asistir al funeral. Con la rabia y el dolor de saber que son tus ideales y tus convicciones los que te han llevado a perder la esencia como ser humano, pero, a la vez, sabiendo que tu sacrificio te convertía para siempre en un símbolo de que la naturaleza humana, a veces, es capaz de las más hermosas acciones.

Me pregunto muchas veces cómo es posible perdonar las humillaciones, el dolor causado, la falta de sensibilidad, el egoísmo que lleva a reducirte a la nada...me pregunto y no encuentro respuesta más que en las palabras de Mandela, tantas veces escuchadas y repetidas, tantas veces sirviendo como ejemplo de cualidades humanas excepcionales:

"Siempre supe que en lo más profundo del corazón humano hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por razón de su piel, de su origen, de su formación, de su piel, o religión. La gente aprende a odiar, y si los hombres y mujeres pueden aprender a odiar, también pueden aprender a perdonar y amar. El amor es más natural al ser humano que el odio. En los momentos más horrorosos en prisión, cuando mis compañeros y yo éramos empujados al vacío, podía ver un atisbo de humanidad en los guardianes, quizás sólo un segundo, pero era suficiente para confiar en la bondad del ser humano".

En etapas de mi vida no muy lejanas, he tenido ocasión de practicar este ejemplo y he ahondado en la naturaleza de las personas que más daño me han hecho. He encontrado respuestas que me han liberado del odio, he desentrañado las motivaciones que han llevado a estas personas a dañar y me ha servido para aprender a buscar lo mejor de mí misma. Pero sigo siendo débil, no encuentro la manera de olvidar la humillación y el dolor, y entonces me maravilla pensar que una sola persona, alguien a más de 10.000 km de mí, ha sido capaz de hacer olvidar el rencor y el odio de un país entero. 

Y pensando esto, me doy cuenta de que también a mí me ha liberado. Por fin seré dueña de mi destino, y capitán de mi alma, sin importar el daño, sin que puedan ya tocarme los fantasmas del pasado, dejando atrás para siempre lo que me hizo esclava en una cárcel tan oscura.

Por todas aquellas personas que nos enseñan la mejor esencia de los seres humanos, porque, aunque se vayan, su vida ya ha dejado una huella imborrable.