domingo, 13 de septiembre de 2015

La Burbuja


Si pudiera soñar con algo el resto de mis noches, quizás lo hiciera con la idea de estar dentro de una burbuja llena de todas las cosas bonitas de mi vida, y de la vida de otros, de mis colores, de los colores de otros, de los sueños, esperanzas y risas de toda la humanidad. Una burbuja repleta de todo lo que es digno de recordar y atesorar a través de la historia de aquéllos que nos llamamos humanos con tanta soberbia.

Tal vez metería dentro de mi burbuja un montón de libros, con todas sus palabras una tras otra, y también todos los cuadros del Museo del Prado, sobre todo los de Rubens, y no podría faltar la música, toda la música negra, el blues, el jazz, sobre todo a Ella y Billie...y, ¿porqué no? también la historia de Tristán e Isolda para ilusionarme con la idea de que algo como el amor es eterno, aunque nuestros cuerpos no lo sean.

Mis palabras preferidas, los colores, las luces y sombras, todas las cosas que hice y dejé de hacer por amor, todas las palabras que dije y no dije por dolor, todos los olores que algún día me acercaron un bonito recuerdo. Todas las manos que me acariciaron, todos los ojos que me miraron y dejaron una eterna huella, todas las esencias que se guardan en frascos muy pequeños, todas las tierras, ríos, mares...todas las personas que pisan o han pisado esas tierras y navegado a través de los mares, los niños, las mujeres, los hombres que corren detrás de los más bonitos sueños. Todo ello, que parece mucho pero se resume en pocas palabras, todo lo que me gustaría tener cerca, todo lo que me gustaría conservar. Todo.

Algún día me gustaría poder crear este pequeño universo donde no hay cupos de entrada, ni de salida, ni fecha de caducidad, donde sólo existe la libertad para pensar que todo esto es posible. Un pequeño mundo para poder soñar lo que merece ser soñado, lejos de la mezquindad que nos acompaña desde siempre. Una utopía que quizás merezca la pena pensar a ratos perdidos, para no dejar de sentir que lo que llamanos humano ha sido destruido para siempre.



lunes, 25 de mayo de 2015

Un ballo in maschera


En el fondo, la vida no es más que un baile de máscaras en el que danzamos toda la noche, y nos despertamos al día siguiente sin saber quienes somos ni cómo hemos llegado a cualquier bendito sitio en el que caigan nuestros huesos.

Siempre he pensado que esconderse detrás de una máscara no es más que una defensa para que nadie pueda tocar lo que es, en esencia, la parte más importante de uno mismo. Continuamente nos dicen que debemos defendernos siendo aquéllo que no somos, sintiendo aquéllo que no podemos sentir, o mirando con los ojos de los demás.

Me he pasado toda la vida luchando por la persona que soy y quiero ser, totalmente convencida, casi desde pequeña, de que no había otra manera en la que yo pudiera mirar la vida, ni con otros ojos, ni desde otro tipo de perspectiva que aquélla que va siempre conmigo, quiera o no.

Pero la mayoría de las veces es demasiado tentador esconderse tras una bonita máscara que te haga sentir como otra persona, aquél tipo de persona que nunca estará sola. Y por pequeños momentos te integras en una vorágine de falsedad que adormece tu mente, y te hace sentir integrado en un pequeño grupo, que te acepta, te tolera, y hasta parece quererte. Sientes que la vida merece vivirse porque no te acosa ningún tipo de soledad ni tristeza, y, durante un espacio de tiempo, te instalas dentro de la piel de una persona que no eres.

Generalmente, uno acaba por volver siempre a sí mismo, sea quien sea aquélla persona que te ha tocado en suerte, sea cual sea la imagen que sale reflejada en los ojos de los demás, y pensando que no hay vuelta atrás, porque habremos llegado adonde debíamos llegar, sin otra cosa más que añadir ni pensar.
En esos momentos en los que una se reencuentra de manera definitiva consigo misma, es cuando comienza la verdadera aventura de caminar al lado de quién siempre quisiste tener cerca, pero no te atreviste a acompañar.

Tal vez, a partir de ese momento, se acumulen los momentos de soledad, porque no hay nada más peligroso que la valentía de decirle al mundo que nunca más serás lo que no eres ni quieres ser, aunque te vaya la vida en ello, aunque tengas que luchar contra miles de fantasmas. Momentos en los que es mejor no dar pasos atrás hacia terrenos que ya hemos recorrido demasiadas veces porque no es momento de creer que podemos encontrar algo nuevo en lo que ya hemos pisado.

En momentos como este, en los que, por fin, he encontrado lo que buscaba, no puedo dejar de pensar en el largo camino que me ha traido hacia este bendito lugar que soy yo misma. 

Y eso, quizás, es una parte de la felicidad que todos buscamos, sea lo que sea esa bendita palabra.




 photo credit: Arlequín Máscaras. Calle Princesa. via photopin (license)

jueves, 26 de marzo de 2015

Niki Lauda


Pocas cosas se pueden decir de Niki Lauda que ya no se conozcan, sobre todo por todo aquél a quién le interese saber algo de una competición que está hecha de leyendas, unas creadas sobre la muerte, y otras por haber conseguido esquivarla.

El caso es que llevaba mucho tiempo queriendo contar por qué razón cada vez que paso por una zona de turbulencias me acuerdo de este señor, que, en 1976 volvió a la vida después de un gravísimo accidente, del cual todavía guarda recuerdo su rostro.

Andreas Nicolaus Lauda es el primer recuerdo que tengo de una competición llamada Fórmula 1. Era yo lo suficientemente joven como para quedar impactada por unas imágenes verdaderamente crueles y duras, y, a lo largo de los años, siempre le seguí la pista a esa persona que salió del fuego y siguió subiéndose a un monoplaza. Ese piloto que tiene en su historia tres campeonatos del mundo, en 1975, 1977 y 1984, que fue subcampeón el mismo año de su accidente, cuarto en 1974 y 1978, que, a lo largo de su carrera, pilotó para cuatro escuderías, March, BRM, Ferrari, Brabham y McLaren, y que acumuló 25 victorias y 54 podios.
Mucho se ha hablado sobre su accidente en el GP de Alemania de 1976, disputado en el Infierno Verde, Nürburgring (un circuito mítico donde los haya, incluso después de su remodelación), pero siempre me quedé con la idea de que estamos en este bendito lugar llamado Tierra para no sabemos qué, y que, en algunos momentos, descubrimos que la vida que se nos regaló vale lo suficiente como para luchar por ella incluso en condiciones extremas, como la del que se levanta un día y no se reconoce en un espejo porque su cara está llena de quemaduras. 

Siempre pensé que merece la pena aprender de aquéllos que se han levantado cuando no había fuerzas, y que todos podemos tener una segunda oportunidad en la vida, incluso después de haber estado en la más completa oscuridad, o haber pasado por los más dolorosos momentos. 

Y, en lo que se refiere a la F1, tal vez no somos demasiado conscientes de que es un deporte en el que los pilotos se juegan la vida cada vez que se suben al monoplaza y pilotan a 300 km/hora. Desde la muerte de Ayrton Senna y  Roland Ratzenberger en San Marino, en 1994, se extremaron las medidas de seguridad, estableciendo una serie de medidas, que, quizás puedan considerarse como las más efectivas desde el inicio de la competición.

Desde el año 2000, los cascos fueron aun más seguros con la incorporación del Head And Neck Support (HANS). Su objetivo es evitar posibles lesiones cervicales provocadas cuando se produce una colisión a altas velocidades (el denominado “efecto látigo”). Su creador fue Robert Hubbard, profesor en la Universidad de Michigan. Esta fabricado en Kevlar y es enganchado al respaldo del asiento del piloto y a su casco con ganchos muy resistentes. Se hizo obligatorio en el año 2003. En el año 2001 se hizo obligatorio el empleo de cables y accesorios para cada rueda.  
Los cascos están fabricados en fibra de carbono, son una pieza de 1.200 gramos formada por 18 capas y pueden soportar un peso de un tanque de 55 toneladas sin deformarse. Su estructura exterior puede aguantar temperaturas de 800ºC durante medio minuto y el interior del mismo no supera los 70ºC. La parte interior del casco esta hecha a la medida del piloto y se elabora de forma artesanal.
También se discute mucho todavía sobre la conveniencia de crear un sistema de aislamiento del coockpit, tal como el de los aviones de combate, sin embargo, este debate creo que durará muchos años, a pesar de que se ha hablado mucho después del grave accidente de Jules Bianchi la pasada temporada en Japón.
Tras el misterioso accidente de Fernando Alonso en los entrenamientos de pretemporada en Montmeló, también se ha discutido mucho sobre la seguridad de los pilotos con las nuevas normativas. En esa isla llamada Twiter, en la que habitan tantos "proyectos" de mecánicos, ingenieros, médicos, etc, etc., hemos leido de todo, hasta las cosas más ridículas, y las que seguiremos leyendo, pero nada nuevo bajo el sol.

Con lo que me gusta quedarme es con la idea de que la vida es frágil, y que merece la pena levantarse todos los días y burlar a todo aquello que te diga que no podrás hacerlo. 
Por eso admiro a los que se levantan después de cada caida, y por eso admiro a Niki Lauda...y espero que me perdone por llamar Niki a mi perro, un bretón spaniel que llegó a mi vida porque estuvo perdido y mucho tiempo buscando a alguien que no lo volviera a abandonar. 
Y aquí seguimos Niki y yo, aprendiendo juntos a levantarnos cada día.




"Lauda, Niki 1973-07-06" by Fotograf: Lothar Spurzem - Spurzem. Licensed under CC BY-SA 2.0 de via Wikimedia Commons.