domingo, 30 de octubre de 2016

Siete pecados capitales: Orgullo y Soberbia






 "y cantaré a aquel segundo Reino,
donde se purifica el espíritu humano,
y se hace digno subir al Cielo.
Resucite aquí, pues, la muerta poesía,
¡oh santas Musas!, pues que soy vuestro,"


Creo que no hay obra de arte más sublime y técnicamente perfecta, que la descripción que hace Dante sobre el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso,  en "La Divina Comedia". Tal vez todos deberíamos alguna vez vivir un sueño en el que podamos realizar ese camino de redención que inició Dante en nombre del amor, que él personalizó en Beatriz. Porque todo lo que se hace en nombre del amor, sea del tipo que sea, es lo único que nos redime de la imperfección de la que estamos moldeados.

Me gustaría pensar que conocemos de manera indubitada qué pequeñas o grandes sombras nos acompañan durante el trayecto hasta el final del camino, aquéllas que abandonamos, las que se agarran desesperadamente a nosotros sin remedio hasta que dejamos de darles importancia, o las que simplemente forman parte de nuestra existencia y nos damos cuenta demasiado tarde de que nos han acompañado demasiado tiempo. Pero la realidad a veces es otra muy distinta a la que deseamos.

Me he levantado muchas mañanas con el deseo de hablar de la soberbia y el orgullo, pero si lo pienso bien, tantas veces se habla de los defectos humanos, que una aportación más no sirve para introducir alguna novedad. ¿Acaso alguien puede hablar de defectos humanos sin sentirse involucrado como parte de la humanidad? y, sin embargo, nos sentimos demasiado tentados a dar lecciones de perfección día tras día.

Cuando pienso en el orgullo, siempre me viene a la mente la historia de la Escudería Ferrari, que define más que bien lo que significa convertir una empresa en algo más que leyenda dentro del mundo del automovilismo, es un sentimiento semejante al apego que sentimos por lo que nos sublima como personas.

Orgullo es poder decir que has participado de la historia del automovilismo de la siguiente manera (sólo a modo de resumen, por supuesto):


"Aunque en la actualidad la Scuderia Ferrari solo participe de forma oficial en Fórmula 1,(con brillantes resultados), durante décadas ha participado en otras prestigiosas competiciones automovilísticas como las 24 Horas de Le Mans o la Mille Miglia, siendo el equipo más laureado de la historia de los circuitos.

  • Campeonato mundial de Sport prototipo, 15 títulos de constructores: 1953, 1954, 1956, 1957, 1958, 1960, 1961, 1962, 1963, 1964, 1965, 1967 y 1972.

  • 24 Horas de Le Mans, 9 victorias absolutas: 1949, 1954, 1958, 1960, 1961, 1962, 1963, 1964 Y 1965.


  • 12 Horas de Sebring, 12 victorias absolutas: 1956, 1958, 1959, 1961, 1962, 1963, 1964, 1970, 1972, 1995, 1997 y 1998.


  • Mille Miglia, 7 victorias como constructores: 1948, 1949, 1950, 1951, 1952, 1953 y 1957.

  • Targa Florio, 7 victorias absolutas: 1948, 1949, 1958, 1961, 1962, 1965 y 1972."

Convertir el orgullo en soberbia, implica aumentar de manera desorbitada la importancia que nos damos, como si acaso fuéramos algo más que una presencia sin darnos cuenta de que algún día se convertirá en ausencia. Si la naturaleza humana fuera perfecta, podría controlar lo que constituye una prepotencia impresionante, que es pensar que somos el centro del universo, cuando, en realidad, no somos más que un haz de luz azulada en una inmensidad que despreciamos.

Por ello, un simple ejemplo basado en un deporte que me apasiona, describe perfectamente lo que es convertir el orgullo merecido en una soberbia que no merecen los miles de personas a las que se les llenan los ojos de lágrimas pensando en el color rojo de unos coches que D. Enzo Ferrari convirtió en algo más que un sentimiento.

No me interesa demasiado desentrañar las razones por las cuales, después de décadas de éxitos, de actuaciones memorables que se guardan para siempre entre nuestros recuerdos, este sueño se nos ha convertido en una sombra que no reconocemos. No soy precisamente una seguidora fiel de la Scudería Ferrari, pero sí me gustaría que la épica volviera a los días de carreras envueltos en color rojo Ferrari, me encantaría que recobraran el orgullo, pero ello sólo podrá hacerse cuando la soberbia desaparezca de su día a día. Cómo podría hacerse esto no es algo que yo pueda saber, ¿quién podría hacerlo desde la distancia? ¿Acaso no sería también un acto de soberbia y estupidez pensar que estamos en poder de cualquier verdad absoluta?

Lo que es cierto es que la naturaleza humana es tan compleja, que todos los días me levanto pensando qué podré aprender sobre ella, y casi siempre se convierte en algo que merece la pena atesorar. Curiosamente, siempre hay algo que me sorprende, pero sólo por un único y exclusivo motivo: Porque he aprendido a mirar lo que me rodea con la humildad del que no sabe nada, y es lo único de lo que estoy segura.

Tal vez, en La Scudería, un día cualquiera, descubran la manera de hacernos recordar en qué consiste el orgullo, que será el día en el que descarten ese acto de soberbia que consiste en pensar que no tienen nada que aprender.

Vi aspettiamo per sempre, Scudería Ferrari.




photo credit: Dante's Gates of Hell via photopin (license)