miércoles, 21 de noviembre de 2018

Tanta roba

Allá por el 2007 se empezaba a hundir mi pequeño mundo. 

Todavía no me había dado cuenta de que la vida es una serie de despedidas que, una tras otra, te van rompiendo el horizonte cuando creías alcanzarlo.

Me recuerdo sólo unos años antes como la persona más feliz del mundo, estaba como loca por salir a encontrar todas aquellas cosas que sabía me estaban esperando a la vuelta de una esquina. Tenía ilusión, se notaba, todo era luz y vida. Todavía recuerdo esos momentos, por supuesto, el lugar donde los viví, que tampoco he olvidado.

Me pregunto en qué momento el viento da la vuelta y te vuelca el barco, los marinos podrán decírmelo, yo es que siempre he sido muy de secano a mi pesar. 

Sí, el barco vuelca y tú te aferras a lo primero que te permite flotar. Yo me aferré a la F1, entre otras cosas.

Ya había vivido momentos muy buenos en 2005 y 2006, casi sin darme cuenta de su trascendencia y lo que suponía.
Momentos emocionantes que se vivían sin darse una cuenta de que algo así podría contarlo en algún momento como la abuela cebolleta diciendo: "Yo estaba allí, pegada a la tele y cruzando los dedos mientras Alonso daba su último giro en el circuito de Interlagos en dirección a la gloria".

Todos, y desde hace años una legión de Todas, somos ahora abuelos/as cebolleta, nos perdonarán los antis si les martirizamos un poco con nuestra más o menos contenida emoción (ya nos martirizan ellos/as en otras muchas ocasiones...o eso intentan), pero quizás guardamos en un lugar tan escondido la emoción y la tristeza que por algún sitio tienen que salir a airearse, y siempre es bueno el aire fresco.

En 2007 me aferré como a un clavo ardiendo a la F1, a McLaren, al fatídico GP de Hungría, a Mónaco, a la victoria en Monza, al desastre en Japón...me aferre para no hundirme al recordar que la despedida a un padre es un acto que no acaba nunca. Ahí estaba yo, con mi pequeño dolor, mi pequeña historia, mi pequeño adiós...y, mientras, Alonso luchaba a brazo partido contra el destino, ese imponderable que no espera ni perdona a nadie.

La vida sigue, y seguirá, y recordaremos en qué momento de nuestra vida estábamos cuando vimos llorar a Alonso en Valencia en 2012, o adelantando bajo la lluvia en Hungría en 2006, o ganando su primera carrera con Ferrari en Bahrein...¿Dónde estábamos? y, sobre todo, ¿quiénes éramos antes y quiénes somos ahora? Las mismas personas pero llenas de recuerdos, una suma de pequeños momentos que dificilmente podemos calificar sólo como buenos o malos. Hemos sufrido (mucho), nos hemos emocionado, cabreado, hartado...pero algunos/as hemos estado en el mismo lugar a pesar del viento, otras personas son más ligeras y han ido dejando que el viento las guiara...cada uno elige.

Sí, es posible que mi tabla de salvación en 2007 fuera aquella fatídica temporada de Alonso con McLaren, es muy posible. Y ahora me acuerdo con meridiana claridad de que sí, es posible que eso, tan solo eso, me salvara del abismo (eso, y leer https://vicisitudysordidez.blogspot.com/,que una risa siempre es una risa, y aquél fue el descubrimiento del año).
Luego llegaron tantas y tantas personas estupendas, de esas que habitan en un mundo llamado Twiter y que me sería imposible citar porque siempre dejaría a alguien importante. He aprendido mucho de algunas personas sabias, entre ellas tú, Josete, ese vasco aficionado a la gaseosa Cruz de Gorbea, he reído como no se puede uno imaginar con algunos podcast de audio como el Safety Cast. He encontrado personas capaces de perder su tiempo para animarme en momentos duros, hemos sufrido y reído juntos, y, aunque lo sigamos haciendo, esta etapa quedará cerrada, y eso es triste.

Tantas palabras se pronunciarán, y escucharéis, tantas imágenes os invadirán, y guardaréis en algún rincón de la memoria... Para mi hay dos cosas que siempre me acompañan cuando me acuerdo de Alonso, ese "Avanti, Fer" y la despedida de sus compañeros en Ferrari...Tanta roba...
Tantas cosas...yo sólo puedo decir "Gracias" desde este pequeño rincón al que no llegan las olas, ni se ve el horizonte, pero allá a lo lejos sí se escucha levemente el sonido de los recuerdos al rompen en el acantilado.

Tanta roba, Samurai.

jueves, 22 de febrero de 2018

El sueño eterno


Si pudiera encontrar las mejores palabras que definan lo que se siente ante una despedida, probablemente las guardaría en una caja con llave por temor a utilizarlas, y es que siempre he pensado que es mejor despedirse sin decir nada, tal vez ni siquiera mirando hacia atrás para encontrar los ojos y sus miradas o las manos y su piel.
No te has ido todavía y ya me pregunto qué podría decir. Tal vez me preocupo demasiado por las palabras, y en momentos como éste, no las hay, y es inútil buscarlas.

Allá donde vayas, en los lugares que encuentres, los aires que respires, los cielos que te iluminen, sólo espero que dejes la huella que compartimos, para poder encontrar el camino que nos haga volver a cruzar la mirada. 

Es poco lo que puedo decir, aunque mucho lo que me obligo a no sentir. No hay nada peor que saber que algún día recorreré el mismo camino y quizás no haya ninguna luz que me ilumine en la oscuridad. Es triste saber que ya habrá quién lo haya recorrido antes y no podré encontrar sus huellas.

Hoy sólo quería decirte que hay algo que nos une, y es la senda oscura que recorremos sin saber adonde conduce, ese camino en el que buscamos las huellas que nos inundaron algún día de amor el corazón. 

Quiero pensar que al final del mismo existe todo lo bueno que nos fue negado en este eterno sueño por el que transitamos, y que, tarde o temprano, todos seremos parte del aire, del agua, del fuego y la tierra. 

Tarde es ya cuando recuerdo que no te dije adiós, tan sólo con el pensamiento, tarde es y me pregunto si estarás cerca o lejos, o quizás en ese lugar del espacio-tiempo en el que no existen este tipo de preguntas. Allí donde estés, recuerda que nunca muere quien permanece en los pensamientos de alguien que mira al cielo.